miércoles, 7 de julio de 2010

Bolea, un tozudo ganador

Olímpico - con lo difícil que es para un aragonés serlo - Campeón de Europa con el Bidasoa de Irún; de los primeros jugadores de balonmano que fueron llamados por la Liga Alemana…, pero por encima de todo aragonés, tierra de la que jamás renegó, al contrario.

Escuchó la llamada de Carlos García para volver a Zaragoza y defender los colores del Garbel recién ascendido a la Liga Asobal. Ni siquiera hablaron de dinero cuando Fernando Bolea atendió la llamada del empresario zaragozano. Entonces triunfaba en Alemania con su inseparable amigo Gislason como entrenador. No lo pensó dos veces. Volvió a Aragón.

Aquí se encontró un equipo que ascendió a la máxima categoría sin casi darse cuenta. No le importó. Con su veteranía, empujó y empujo al equipo. Dos temporadas duras pero de las que seguro guarda recuerdos imborrables. De las que hacen fuerte a los grandes. El equipo descendió casi antes de empezar la segunda temporada. Pero no quiso escuchar otras ofertas.

Su tierra era lo suficientemente importante. Luego llegó Olvi de Miguel a echar las dos manos a un club nuevo. Ahí estuvo en División de Honor B, entrenando al equipo y jugando a la vez, siempre que hizo falta. El horizonte se aclaraba poco a poco. Aparecieron nuevas personas, un gran patrocinador, el que hacía falta. Trabajo, mucho trabajo y el ascenso, de nuevo, a la Asobal. Fernando estaba ahí, entrenando al equipo.

Pero no todo iba a ser de color de rosa para Bolea. En toda historia aparecen nubarrones, de vez en cuando y aparecieron. La nueva estructura del equipo no contaba con él. Se apostaba por otro perfil de entrenador. Se tuvo que marchar. El portazo que dio fue especialmente ruidoso.

A partir de ahí las cosas no fueron fáciles. Los nubarrones se convirtieron en tormenta de las que arrasan con todo. Entrenó y jugó en Zaragoza, en 1ª Nacional, a cambio de trabajar para el patrocinador del equipo y menos mal. Pero que nadie piense que estaba en un despacho viéndolas venir. Cada madrugada, se iba a Madrid en una furgoneta a repartir para luego volver a Zaragoza, bien entrada la tarde. Así un día tras otro. Por lo menos tenía trabajo para poder vivir.

Se lesionó gravemente pero su jefe no le abandonó, en ningún momento. Hasta que dejó de querer invertir dinero en este deporte. Otra vez, nubes negras en el horizonte.
La Liga italiana le ofrece entrenar allí. Una experiencia y algo nuevo para él. A recoger la casa y a emigrar otra vez, como en los mejores años. Allí, la exigencia de tener que ganar la liga, presiones, locura… El balonmano italiano nada tiene que ver con el futbol pero los italianos son iguales en eso.

Guadalajara quiere hacer un proyecto para retornar a la Liga Asobal después de muchos años. Todos se ponen a trabajar. Bolea suena entre los posibles entrenadores. Indagaciones, inquietudes, preguntas, la política casi trunca las opciones del aragonés…, pero al final impera la cordura y allí que aterriza.

Después de dos intentos, lo ha logrado de nuevo. En pocos años, muy pocos, Fernando Bolea ha conseguido ascender a dos equipos a la máxima categoría del balonmano nacional. Todo un logro. No ha sido fácil, nada fácil.

Personalmente, me alegro por Fernando, Se lo merece. Esta tierra siempre se ha caracterizado por tener gente que se ha sentido orgullosa de ser aragonesa y presumir de ello.

Su tozudez leciñenense le ha servido para conseguir lo que se propuso, a pesar de muchos sinsabores de los que ya no hay que acordarse.
Suerte Nano. Nos vemos en el Príncipe Felipe.