lunes, 24 de agosto de 2009

Espíritu olímpico

Hace justamente un año, tal día como hoy, estábamos clausurando los Juegos Olímpicos. El acontecimiento más deslumbrante que existe para un deportista. Explicar lo que significa participar en unos Juegos Olímpicos es una tarea difícil. Y lo es porque son tantas las sensaciones, las anécdotas, los momentos mágicos que se viven y el aroma que se respira en la Ciudad, en la Villa Olímpica, en el Estadio, que es absolutamente imposible plasmarlo en pocas palabras.

Cuando estábamos preparando nuestra participación en Sydney, no había día que uno u otro jugador comentaran lo fascinante de una Olimpiada. Yo no era capaz de entender que todo aquello que contaban fuera tan maravilloso y, tengo que confesar, había momentos que me resultaban pesados. Hoy, después de haber tenido el enorme privilegio de haber participado en tres citas olímpicas, tengo que decir que no solamente tenían razón sino que se quedaban cortos con todo lo que contaban.

Hay razones suficientes para que se haga necesario implicar a la sociedad en lo que denominaríamos el Espíritu Olímpico. Únicamente tienen la inmensa fortuna de participar alrededor de quinientas personas, cada cuatro años. Ese suele ser el grueso de la Delegación Española. Cada uno de sus integrantes vive los días más maravillosos que uno se pueda imaginar, incluso para aquellos cuyo trabajo es agotador y poco agradecido. Los atletas se toman su preparación con una implicación diferente a la de cualquier otro campeonato y el respeto, la solidaridad y la convivencia de todos, en esos días, es digna de estudio sociológico.

Bajo mi punto de vista sería conveniente, desde la escuela, enseñar todo lo que gira alrededor de unos Juegos Olímpicos. La importancia de hacer deporte y la posibilidad, por remota que sea, de llegar un día a representar a tu país en una Olimpiada. Igualmente, la opción de involucrarse como voluntario, una de las facetas desconocidas pero, seguramente, a quienes más se añora una vez que han finalizado.

He visto a grandes deportistas llorar viendo apagarse la Llama Olímpica. También he visto a otros llorar porque, seguramente, ya no volverían a estar en otros Juegos. También imagino, que muchos habrán derramado lágrimas por no haberse clasificado con su equipo o por no haber sido convocados o porque les había faltado una centésima de segundo.

Esa es una de las grandezas de este acontecimiento deportivo. Y se hace necesario dar a conocer a toda la sociedad la importancia de vivirlo. Tenemos una gran oportunidad si en octubre Madrid es la elegida para 2016. Nuestra Comunidad tiene una ocasión única porque Barcelona 92 queda lejos y porque el deporte, desde entonces, ha avanzado a pasos agigantados. Nuestra implicación debería de ser algo fundamental y estamos a tiempo. Esperemos que la suerte, esta vez, esté de nuestro lado.

Recuerdo esa tarde- noche de hace justamente un año. Dos horas antes habíamos ganado un Bronce y apenas le dábamos importancia. Únicamente pensábamos en Londres 2012 y de que había que trabajar duro para intentar vivirlos.

Algunos todavía no hemos abierto alguna de las maletas porque tenemos un miedo tremendo a que, de pronto, se escapen todas las sensaciones que trajimos en ellas.