Treinta y cuatro ediciones ininterrumpidas son muchas ediciones. Sin duda alguna las 24 Horas de Balonmano que organiza la Escuela de Balonmano Maristas desde 1977 son una referencia muy importante a nivel nacional.
De aquella locura inicial, que se les ocurrió a los que siempre han estado trabajando en positivo por este deporte en Aragón, hasta nuestros días han ocurrido muchos y variados acontecimientos.
Comenzaron en octubre y en la Pza. San Pedro Nolasco – en el antiguo Colegio – y el cambio al descampado – en aquellos tiempos – del Actur sembró temores y sombras. Pero jamás existió ninguna duda de la buena salud de esta actividad que reúne a casi la práctica totalidad del balonmano aragonés. En esta edición más de 2500 participantes.
Alfonso Mateo, Sergio Loidi, Carlos Polo, Luis Pedrero, Paco Lázaro…, son nombres que portaron el estandarte y trabajaron, sin desmayo, para que fuese una realidad. Luego se unieron otros muchos, la mayoría anónimos, que cada año preparan con una ilusión especial ese fin de semana único. Alberto Arruga hasta hace poco y Juanma Giménez actualmente, son los que capitanean esta bendita locura.
Su empeño les llevó a traer a la Selección Española Absoluta que estaba preparando los Juegos Mediterráneos en 2001 y al Portland San Antonio que jugaron prácticamente al “ aire libre”, junto al Garbel Zaragoza, puesto que todavía no se había hecho el Pabellón Polideportivo. Lo recordará bien Mariano Ortega. Es decir, actividad participativa pero con el máximo nivel.
Organizarlas no es tarea fácil y comienza el trabajo la semana siguiente de finalizarlas. Y los últimos días son frenéticos. Pero nunca han faltado voluntarios ni personas dispuestas a trabajar. Esa es una de las grandezas de las 24 Horas de Balonmano.
Las otras, que han ido apareciendo en silencio, como sin querer, son las tertulias que durante muchas horas de las veinticuatro se organizan en cada esquina del Colegio. Esos encuentros de personas que las aprovechan para ver a los viejos compañeros de equipo o jugar unos minutos a pesar de la edad. Se respira un ambiente especial desde siempre, tengo la sensación que desde que comenzaron.
Y la necesidad de ganar el partido que nos toca jugar pero que, como por arte de magia, a pesar de lucharlo al máximo, nadie se acuerda del resultado. La grandeza de disfrutar del deporte a pesar de no haber nada en juego.
Y la mayor grandeza, a mi modo de ver, el bautizo de los más, pequeños. Chicos y chicas que aprovechan las 24 Horas para debutar y que reúnen a todos los aficionados a su alrededor.
Quienes comenzamos a jugarlas o arbitrarlas nos llena de gozo ver fotografías de Amadeo Sorli, por ejemplo u Oscar Mainer que no levantaban un palmo del suelo y hoy son grandes de esta tierra. Esa es otra grandeza de las 24 Horas.
Y siempre nos quedan unos segundos de recuerdo en cada edición para aquellos que trabajaron en silencio y con todas sus fuerzas por este deporte y que estuvieron involucrados como nadie en esta locura. Se fueron sin hacer ruido pero les echamos de menos cada día. Roberto Suso, Mario Cortés, Carlos Polo, José Ignacio Lacámara “Pichi”…, entre otros.
Por todos ellos merece la pena seguir trabajando por las 24 Horas de balonmano.